El sociólogo Zygmunt Bauman alerta sobre la
“Ceguera moral”
El internacionalmente famoso sociólogo polaco
Zygmunt Bauman sorprendió al mundo intelectual con un impactante libro:
“Ceguera moral”. Allí denuncia la insensibilidad moral y el deterioro moral
progresivo que según él se está convirtiendo en característica de nuestro
tiempo.
Para identificar mejor lo que está pasando,
Bauman crea un neologismo de raíz griega: “adiáfora”, aludiendo al hecho
concurrente de “situar ciertos actos o categorías de los seres humanos fuera
del universo de evaluaciones y obligaciones morales”.
La ética o la moral, como prefieran decir, no existe
para ciertos campos del quehacer, del comportamiento humano. Los actores de
esos campos de acción (por ejemplo, los actores de la política) ignoran,
prescinden de todo compromiso moral. Pueden hacer lo que quieren y les conviene
a sus respectivos intereses egoístas, sin que se les ocurra ni permiten que a
otros se les ocurra o intervengan, para poner orden y sanción a sus
comportamientos corruptos.
Parecería que Zygmunt Bauman estuvo visitando
nuestro país, observando a muchos de nuestros políticos, administradores
públicos, narcotraficantes, narcopolíticos, criminales y delincuentes para
inspirarse y escribir sobre la adiáfora y la ceguera moral.
La ceguera no está solamente en los ojos morales
de los actores en esos sectores, está contagiándose también en toda la
sociedad, que contempla pasiva y permisivamente la corrupción y nada hace para
impedirla, incluso es tanta la ceguera y torpeza que a la hora de las
elecciones para las responsabilidades políticas no son capaces de ver que
vuelven a elegir a los mismos corruptos que les están robando dinero,
oportunidades y esperanzas.
Sucede, como escribe Bauman, que la sociedad
parece estar embotada, ha perdido la sensibilidad moral y no le da importancia
a los hechos y sus autores que hacen daño grave a todos.
Esa sensibilidad embotada se realimenta con el
comportamiento insólito de mucha gente, quizás la mayoría, también niños y
adolescentes, que disfrutan dedicando su tiempo libre de distracción y
descanso, hasta pagando dinero para ver sin prisa violencias, muertes,
asesinatos, crímenes horrendos, destrucciones masivas en películas de cine y
televisión que presentan descarnadamente la crueldad y el terror, convertidos
en espectáculo.
Estamos bombardeados por tantos y constantes
estímulos que nuestra sensibilidad termina acostumbrándose a ver el sufrimiento
trágico de los demás sin inquietar nuestra afectividad y nuestra conciencia. El
sufrimiento de muchas personas que están en nuestro entorno social resulta
pálido e insignificante para sensibilidades embotadas.
La voz de alerta de Bauman se une a una denuncia
semejante que pocos años atrás hizo Gilles Lipovetsky, cuando escribió su
interesante libro: “El crepúsculo del deber”. El sutil análisis sociológico de
Lipovetsky hace ver cómo el “deber” sostenido por criterios razonados y
generador de virtud, a partir de la posmodernidad queda relevado por el placer
que busca la felicidad individual y subjetiva.
La posmodernidad depuso a la diosa razón e
instaló al sentimiento y el placer en su trono, alimentados por el consumo. La
hipermodernidad está acelerando el consumo hasta el hiperconsumo, que ya ha
superado la simple adquisición del consumo material, moviendo a la sociedad
actual en búsqueda, a veces compulsiva, del consumo de emociones, con el
turismo erótico, el turismo de aventuras, el consumo de drogas, los
espectáculos de la crueldad y el terror.
La ética se ha debilitado tanto, que estamos
ciegos y ni la vemos ni la echamos de menos, prescindimos de ella. Las normas
del deber nos resultan rígidas, la virtud es cosa del pasado, lo que importa es
el placer personal vivido en el individualismo excluyente, tan exclusivo que no
se interesa ni asume responsabilidad ni compromiso ni siquiera con la pareja en
la experiencia del amor.
Los riesgos de la ceguera moral, o sea, de una
sociedad sin ética son tan graves, que los grandes analistas sociólogos,
filósofos y éticos de la actualidad, además de describirnos lo que está
pasando, tienen que escribir libros tan fundamentales como el de Adela Cortina,
“Para qué sirve la ética”, que ha merecido el premio nacional español al mejor
libro de ensayo de 2014.
Cortina dice: “Ningún país puede salir de la
crisis si las conductas inmorales de sus ciudadanos y políticos siguen
proliferando con toda impunidad”.
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